El autor es periodista y escritor. |
Por César Sánchez Martínez / LIMA
Se afirma
que una persona prudente es sabia. Efectivamente esa frase es una gran verdad. Sólo
las personas sabias saben tener a la prudencia como un estilo de vida. Son reservadas,
evitando chismes y murmuraciones. A veces he
sentido la presión de otras personas de actuar como ellas lo hubiesen hecho
ante determinadas circunstancias. Generalmente, las personas esperan que todos
actúen bajo un “espíritu de cuerpo”, basado más en la amistad que en los principios
y valores. Muchas veces se defiende a las personas a pesar de sus errores y faltas
éticas, sólo por el “amiguismo” y no porque es la verdad. Un líder es
una persona prudente, ante todo. Puede escuchar muchas cosas, las guarda y no las
difunde. No está en problemas o controversias sobre quién dijo la verdad o no.
Tampoco se mete en chismes o murmuraciones. No toma partido por un grupo, es imparcial
y toma las decisiones correctas. La prudencia
es una virtud que no la tiene cualquiera, pero tampoco es algo imposible de alcanzar.
Se aprende a ser prudente. La prudencia evita muchos problemas y es una noble
tarea que conlleva a la concordia, unidad, armonía y paz. La prudencia es para
personas valientes. Un líder no
anda entrometiéndose en cualquier asunto. El liderazgo es una posición que se
gana con el ejemplo, la influencia y el servicio. Es fácil identificar al líder,
razón por la cual la prudencia debe ser su bandera. No obstante, si se tiene
que defender una verdad, lo hace con autoridad y precisión, sin ambage alguno
Existe un
dicho popular que afirma: “La verdad ofende” o “la verdad siempre duele”.