La
sequía, como ocurre en el Perú, representa una anomalía del clima, que se
genera cuando los niveles del agua están muy por debajo de lo que corresponde
en una determinada área geográfica, afectando considerablemente a las especies
que se desarrollan en dichas áreas. La principal causa radica en la ausencia de
precipitaciones. A este respecto, SENAMHI (2019) menciona que existen cuatro
categorías principales de sequía:
1. Sequía meteorológica: es un periodo de retraso de las
precipitaciones de una región, ocasionando un déficit en los valores promedios.
Su análisis incluye factores como la duración, severidad e intensidad.
2. Sequía agrícola: ocurre cuando la humedad del suelo disminuye
hasta el punto de ocasionar pérdida de cultivos.
3. Sequía hidrológica: vinculada con la falta del recurso hídrico
superficial y subsuperficial que dificulta la gestión del agua; su
verificación, está referida a la evaluación del nivel de escorrentía
superficial mensual.
4. Sequía socioeconómica: producida por la imposibilidad de una buena
gestión del sistema hídrico por la falta de agua por cuestiones climáticas.
La
Convención internacional de Lucha contra la desertificación de los países
afectados por sequía grave o desertificación, en particular en África-CNULDS
(1994), define a la sequía como “el fenómeno que se produce naturalmente
cuando las lluvias han sido considerablemente inferiores a los niveles normales
registrados, causando un agudo desequilibrio hídrico que perjudica los sistemas
de producción de recursos de tierras". Asimismo, la CNULDS (2013),
explicó que "Las sequías se caracterizan por una deficiencia de
precipitación que redunda en una escasez de agua y, al igual que la degradación
de la tierra, son un fenómeno mundial presente también en regiones húmedas"(citado
por WMO, 2005). En realidad, la sequía se halla tipificada como una de las
mayores amenazas para el desarrollo sostenible, especialmente en los países en
desarrollo, como es el caso peruano.
De
otro lado, la desertificación es el resultado de una permanente degradación de
los suelos, ocasionada por la constante desforestación de bosques, salinización
del suelo, falta de agua y una sobreexplotación de los acuíferos, producida por
las distintas actividades económicas que lleva a cabo el hombre. El lnstituto
Panamericano de Alta Dirección de Empresas (IPADE, 2010) señala que las causas
directas e indirectas de la desertificación son:
A.
Causas directas:
·
La presión humana debido a:
·
El sobrepastoreo, para la alimentación
de ganado.
·
La deforestación, por la extracción de
madera y leña y, la agricultura migratoria.
·
El manejo agrícola inadecuado
(sobreexplotación de acuíferos)
·
La industrialización, urbanización y la
construcción de infraestructuras.
B.
Causas indirectas:
·
La presión demográfica, debido a que el
aumento de la población incrementa la demanda de alimentos.
·
La pobreza y la Inequidad en la
distribución de recursos, que pueden provocar sobreexplotación de recursos aún
accesibles, como el suelo.
·
La indefinición de la tenencia del
suelo, que genera sobreexplotación intensiva para obtener el mayor beneficio
posible a corto plazo.
El
Centro peruano de estudios sociales-CEPES (2015), indicó que las principales
causas de la desertificación en el Perú son:
a. En la Costa: salinización del suelo, erosión hídrica,
erosión eólica y contaminación del suelo por relaves mineros.
b. En la Sierra: erosión hídrica, erosión eólica, compactación
por sobrepastoreo y contaminación.
c. En la Selva: erosión hídrica.
Como
puede evidenciarse, el común denominador para el proceso de desertificación es
la erosión, generada por la pérdida de cobertura vegetal; es pertinente
considerar que la tasa de deforestación en el país tiene un promedio de 150,000
ha/año; por lo tanto, la ausencia de vegetación genera erosión. Sin embargo, en
el Perú, además de las causas mencionadas por el CEPES, se deben de considerar
como causas importantes la tala ilegal, la minería ilegal, los cultivos
ilegales y el narcotráfico que generan deforestación y dejan pasivos
ambientales de alto costo.
Como
consecuencia de los fenómenos anotados, se genera la degradación de los suelos,
debido a las continuas actividades humanas que cada día se llevan a cabo para
diferentes fines y que lamentablemente han dañado grandes áreas geográficas, lo
cual ha provocado erosión, salinización, agotamiento de los acuíferos y pérdida
de nutrientes de los suelos. En la actualidad, esto representa un grave
problema para la economía y el desarrollo de los pueblos, sobre todo, en países
donde la siembra y la producción agrícola representan una de las principales
fuentes de ingreso, que permite que las personas de escasos recursos puedan
llevar el sustento a sus hogares. Es el caso del Perú.
El
secretario ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la
Desertificación (CNULD), Ibrahim Thiaw (2022), especifica lo siguiente: “La
degradación de tierras y la sequía afectan gravemente la economía, estabilidad,
producción de alimentos, acceso al agua y calidad de vida. Además, intensifican
el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la pobreza, las migraciones
forzadas y los conflictos por el acceso a la tierra fértil y al agua. La
restauración de tierras es una oportunidad para revertir estas alarmantes
tendencias. Una tierra restaurada es una fuente de infinitas oportunidades. Es
hora de aprovecharlas”. Sin duda, ambos fenómenos, desertificación y
sequía, alcanzan dimensiones mundiales e inciden en todas las regiones, por lo
que es necesario que la comunidad internacional adopte medidas conjuntas para
luchar contra la desertificación y mitigar los efectos de la sequía; de lo
contrario, la producción de alimentos y la calidad de vida de la población irá
disminuyendo constantemente.
La
desertificación, la degradación del suelo y la sequía son algunos de los retos
ambientales más acuciantes de nuestro tiempo. La ONU señala que, a la fecha, se
considera degradada hasta un 40% de la superficie terrestre. Una tierra con
buen estado de salud nos proporciona casi el 95% de los alimentos, nos viste y
nos da cobijo, nos proporciona trabajo y medios de subsistencia, y nos protege
frente a sequías, inundaciones e incendios forestales.
La
degradación de la tierra es la reducción o pérdida de la productividad
biológica o económica y la complejidad de las tierras agrícolas de secano, las
tierras de cultivo de regadío, los pastizales y, los bosques, ocasionada en
zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, por los sistemas de uso del suelo
o por un proceso o una combinación de procesos, resultantes de actividades
humanas, tales como:
a.
la erosión del suelo causada por el viento o el agua,
b.
el deterioro de las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo, y
c.
la pérdida permanente de vegetación natural.
La
degradación del suelo puede acontecer en cualquier ecosistema, incluso puede
suceder en el corto plazo por acciones como la deforestación e incendios
forestales, perdiéndose los servicios ecosistémicos. Según IPADE (2010), bajo
estas circunstancias, las precipitaciones erosionan el suelo, arrastran los
nutrientes, perdiéndose la productividad y capacidad de regulación hídrica.
CASO PERUANO.
En
Perú, los procesos de desertificación, sequía y degradación de tierras, se han
incrementado, repercutiendo negativamente en la productividad agrícola,
disponibilidad de recursos hídricos, biodiversidad, aunado al incremento de
incendios forestales y pérdida de pastos, afectando el bienestar y generando un
estado de calamidad en muchos sectores de la costa y la zona andina.
Entre
los factores más importantes que generan la degradación de los suelos, están la
deforestación y la actividad agropecuaria, a través de prácticas agrícolas
insostenibles, el sobrepastoreo y la quema de vegetación en áreas de dominio
rural de altos niveles de pobreza, contribuyendo a la degradación de la tierra
(PNUD, 2021). Además, el cambio climático ha intensificado la frecuencia e
intensidad de las sequías, afectando gravemente la producción agrícola y la
disponibilidad de agua (SENAMHI, 2022).
En
el Perú, el 54% del territorio corresponde a bosques húmedos amazónicos, los
que son importantes por albergar una gran biodiversidad y generar importantes
servicios ecosistémicos; es decir, el Perú cuenta en su territorio más de 73
millones de ha de bosques; de ellos más del 98% se hallan en la amazonía; sin
embargo, la incesante deforestación y los incendios forestales dañan y provocan
erosión y desertificación, incluso en la amazonía.
De
acuerdo al Informe país reportado a la CNULD (2022), se estimó que, al 2019 el
país contaba con 108,063 km2 de tierras degradadas; en el caso de Cusco al
2010, se tenía 41,743 km2 de tierras áridas (Huerta & Lavado, 2021 citado
en MINAM, 2023b), datos que, si no se toman medidas de restauración de
ecosistemas degradados, reforestación, manejo y control de la erosión, se irán
incrementando constantemente.
Tomando
en consideración que el Perú tiene un porcentaje alto de su población que vive
y trabaja en el campo y, las políticas del gobierno son poco efectivas y acaso
inoperantes, Yarlequé (2002), sostiene que “es positivo retomar el
conocimiento ancestral de los antiguos pobladores andinos; pues la ausencia de
lluvias en la zona altoandina peruana, principalmente en el sur y centro del
país (Cusco, Puno y Huánuco), viene afectando la economía y la vida de casi 8.5
millones de personas. Los daños son invaluables en el sector agropecuario y se
estima una recuperación lenta”. Si agregamos que, en un país como el
nuestro, donde alrededor del 30% de la población vive por debajo del umbral de
la pobreza y tiene principalmente como fuente de subsistencia a la ganadería y
la agricultura, la destrucción de los cultivos prolonga el ciclo de pobreza de
las familias más vulnerables; frente a la insuficiente infraestructura como la
falta de reservorios, sistemas de riego y tecnología para el uso del agua,
Yarlequé destaca la importancia de estas iniciativas y, señala que “retornar
al uso de tecnologías como las ‘qochas’, que son reservorios diseñados por los
mismos campesinos para juntar agua y utilizarlo para el riego es sumamente
importante”; sin duda son valiosos estos esfuerzos, es urgente que se
llegue a un nivel de organización que involucre al gobierno nacional, los
gobiernos regionales, los gobiernos locales y las comunidades expuestas; cabe
destacar que algunos proyectos especiales en el Gobierno Regional del Cusco
(Plan MERIS-Inca y el IMA) vienen efectuando estas prácticas y es menester que
se masifiquen.
COMPETENCIAS Y RESPONSABILIDADES.
Restaurar
los suelos erosionados y con procesos de desertificación no es solo una acción
ecológica, sino también una oportunidad para crear empleo, garantizar la
seguridad alimentaria y promover el desarrollo sostenible; por lo tanto, los
sectores con competencias deben de profundizar y masificar las acciones a fin
de cumplir los compromisos internacionales que tiene el país y, sobre todo para
recuperar la economía campesina. En realidad, la restauración de suelos sigue
siendo un tema importante en la implementación de la Convención de las Naciones
Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), que tiene como objetivo
restaurar 1,500 millones de hectáreas de tierras degradadas en todo el mundo y,
en este sentido, destaca los beneficios económicos que pueden traer las
acciones de restauración, pues, una tierra sana sustenta economías prósperas,
puesto que, en el caso del Perú, más del 70% del PBI depende de los recursos
naturales.
El
MINAM es la entidad responsable de coordinar y monitorear las acciones de la
Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía (ENLCDS), a
través de la Dirección General de Cambio Climático, Desertificación y Recursos
Hídricos (DGCCDRH) y su Coordinación Temática de Gestión de Suelos y Agua.
Asimismo, cada gobierno regional es la entidad encargada de coordinar, ejecutar
y monitorear las acciones de la ENLCDS en su región. El Objetivo es: "Prevenir
y reducir la desertificación, la degradación de la tierra y el impacto de la
sequía en el territorio nacional", considerando un horizonte de
planificación de 15 años (2016-2030).
El
MINAM, a través de programas presupuestales, identifica y promueve acciones y
productos que aseguren los recursos necesarios para impulsar intervenciones
orientadas a mitigar el avance de la desertificación en zonas áridas y secas
con prácticas sostenibles, tales como el uso de sistemas agroforestales, manejo
integrado de cuencas y técnicas de conservación de suelos, fomento de la
participación activa de comunidades y actores locales para garantizar el éxito
y sostenibilidad de las intervenciones. Importante función y competencia de
este sector; no obstante, se requiere una mayor promoción en los otros niveles
de gobierno a efecto de cumplir a cabalidad con esta competencia tan importante
en un país que tiene el 40% de su territorio en procesos de degradación.
Otro
aspecto de interés en el caso del MINAM, es que se cuenta con el Programa
Presupuestal N° 144, denominado: “Conservación y uso sostenible de ecosistemas
para la provisión de servicios ecosistémicos”, conducido por este Ministerio,
cuyo objetivo es lograr la conservación y uso sostenible de los ecosistemas
naturales del país proveedores de servicios ecosistémicos; como se sustentó
anteriormente, la desertificación está causada fundamentalmente por la
actividad humana y las variaciones climáticas. La pobreza, la inestabilidad
política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego
afectan negativamente a la productividad del suelo. La meta con este programa
presupuestal es llegar a tener una recuperación del 7.5% de las tierras desertificadas,
degradadas y afectadas por la sequía, con una recuperación anual de por lo
menos el 0.5% de las tierras afectadas; por lo tanto, será de interés, por un
lado, que el MINAM promocione en los GoRe la aplicación de este importante
programa presupuestal y de otro lado, los GoRe y locales busquen el
asesoramiento para utilizar esta excepcional oportunidad para controlar la
degradación del suelo en sus respectivas jurisdicciones.
Un
aspecto fundamental en el caso de los gobiernos regionales y municipales es que
estos dos niveles de gobierno en el país deben de utilizar la información sobre
el estado de la degradación del suelo y la Valoración Económica de Servicios
Ecosistémicos (VESE) y de la degradación del suelo para la planificación
regional y local y, para priorizar las inversiones públicas; no obstante, muy
poco se observa el empleo de estas dos informaciones en la planificación y
asignación de presupuestos en temas tan importantes que están orientados a
disminuir la pobreza y recuperar tierras degradadas.
M. Sc. Juan Eduardo Gil Mora
Consultor Ambiental. Registro SENACE N° 436-2019-AGR.
Past Decano del CBP, Consejo Regional XIV
Ex Regidor MPC; Docente EPG: UNSAAC, UAC, UTEA, UNA-P
mundoandino2005@yahoo.es
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