jueves, 31 de agosto de 2023

COOPERATIVAS CAFETALERAS: CIMIENTO DEL COOPERATIVISMO AGRARIO EN EL PERÚ

Por Nilda Estela Guevara / Karim Edith Vargas Tavera

Las cooperativas cafetaleras no son simplemente una historia de éxito dentro del agronegocio peruano; su aporte al PBI nacional es indiscutible, así como el impulso a la economía de los territorios cafetaleros; su trayectoria y resistencia han sido esenciales para consolidar y perpetuar la existencia del movimiento cooperativo en el país. Al analizar el impacto de las cooperativas cafetaleras en la estructura cooperativa agraria peruana, es crucial entender cómo contribuyeron, tanto directa como indirectamente, a su fortalecimiento y evolución.

RESILIENCIA

Estas organizaciones desarrollan un modelo de resiliencia. El movimiento cooperativo en el Perú alcanzó su pico durante la reforma agraria iniciada a comienzos de la década de 1960, con procesos destacados en la Convención de Cusco. Esta dinámica cooperativa continuó durante el mandato del presidente Fernando Belaunde y alcanzó su mayor notoriedad durante el período de Velasco, etapas que han sido objeto de intensos debates.

Durante este período, el Estado peruano impulsó el cooperativismo (sin considerar el principio de la libre adhesión) y se orientó hacia un modelo basado en cooperativas de producción - laboral, donde las relaciones salariales prevalecían entre los beneficiarios de la reforma agraria. Este sistema enfrentó crisis significativas que, en nuestra perspectiva, erosionaron los fundamentos de la reforma agraria.

Los mecanismos de parcelación, sumados a la corrupción, deterioraron la imagen del modelo cooperativo, llegando a asociarlo con fracasos, corrupción e incluso actividades terroristas. Esta percepción negativa dominó el panorama de los años 90. Esa época presentó un escenario desfavorable para las cooperativas debido a una crisis económica, corrupción y terrorismo.

Hacia finales de los años 90, comenzó un notable proceso de reactivación cooperativa, centrado principalmente en el sector cafetalero. Esta resurgencia, apoyada por sectores políticos tanto de izquierda, como de derecha y centro, es crucial para comprender el paisaje cooperativo actual. Las cooperativas que lograron sobrevivir a las adversidades, incluidos el cierre de Agrobanco y la amenaza de Sendero Luminoso, identificaron una ventana de oportunidad en el mercado europeo. Este mercado mostró un creciente interés en la caficultura orgánica, alineándose con una tendencia global de comercio justo que promovía precios diferenciados y justos para los productos, por encima de las cotizaciones diarias en bolsa. Esta perspectiva de un producto más orgánico y con un valor agregado representó una excelente oportunidad para pequeños productores.

CULTURA COOPERATIVA

El auge del café orgánico y el comercio justo hacia finales de los 90 abrió oportunidades en el mercado europeo. Las cooperativas cafetaleras, al aprovechar estos nichos, demostraron que el modelo cooperativo podía ser competitivo y rentable en el ámbito internacional. La reconstrucción dinámica del modelo cooperativo dio lugar al florecimiento de diversos cultivos como cacao, banano y granos andinos. Este proceso revitalizó el movimiento cooperativo agrario, convirtiéndolo nuevamente en un actor en ascenso, despertando interés y siendo escenario de luchas ideológicas.

LEGISLACIÓN

El auge de este movimiento cooperativo no pasó desapercibido para el Estado. Las autoridades de la SUNAT observaron el crecimiento de las cooperativas, especialmente las cafetaleras, y vieron una oportunidad para incrementar los ingresos estatales. Esto llevó a la implementación de diversas medidas fiscales, como la del marzo de 2005, en la que la administración tributaria impuso un pago de 1.5 soles por cada 100 soles agrarios. Esta acción fue percibida como un abuso extremo, provocando una fuerte movilización del sector cooperativo que resultó en la suspensión de la medida. Además, la SUNAT comenzó a exigir que los productores agrarios poseyeran un RUC. Sin embargo, esta demanda se aplicó de manera desigual, ya que se exigió a las cooperativas y sus socios, pero no a los copiadores intermediarios que operaban con comprobantes de acopio.

Frente a desafíos regulatorios, las cooperativas cafetaleras no se quedaron de brazos cruzados. Su activismo, evidenciado en la movilización contra medidas fiscales injustas y en la promulgación de la "Ley del Acto Cooperativo", reafirmó la importancia de las cooperativas en el panorama económico peruano. Estas acciones no solo beneficiaron al sector cafetalero, sino a todo el cooperativismo agrario al sentar precedentes legislativos y regulatorios.

En conclusión, las cooperativas cafetaleras no solo prosperaron en su nicho, sino que, con su resistencia, innovación y activismo, cimentaron el camino para el florecimiento del cooperativismo agrario en el Perú. Su legado va más allá del grano; es un testimonio de la fortaleza y la promesa del cooperativismo en el país.

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