Jorge
Olcese Fernández / LIMA
Economista
De cómo es
posible capturar mercados y clientes potencialmente bancables sin competir por
ni sobreendeudar a los mismos. Además, muchas veces se discute por qué se debe
entregar la información de pagos que realizan estas personas y se argumenta que
no debe ser compartida.
Por ejemplo:
¿cómo podemos promover de manera sostenible la inclusión financiera en los
grupos más pobres y vulnerables de la sociedad?
Por lo
general, tanto en los textos como en la práctica, la respuesta es: otorgarles
los llamados “microcréditos”, pensando que la mejor manera de satisfacer las
necesidades de esta población pobre es iniciando un negocio, un comercio o un servicio
de pequeño tamaño. Con la esperanza que así podrán satisfacer sus necesidades
de bienestar.
No obstante,
no sabemos si estos microcréditos en realidad mejoran el bienestar de esta
población o tienen efectos positivos en otros factores socioeconómicos. Muy a
menudo en los años más recientes se ha pensado que el bienestar de estas
poblaciones vulnerables está atado a los pequeños negocios. Esta es a nuestro
juicio la esencia de las microfinanzas, que muchas veces exige desarrollar un
esfuerzo de acercamiento a estas poblaciones vulnerables previo al otorgamiento
del crédito, y que normalmente se malinterpreta.
Cuando en la
vida real de estos ciudadanos las necesidades básicas casi ni están
satisfechas; por tanto, es más urgente para ellos que se conozca y se trate de
satisfacer los requerimientos de la vida diaria de estas poblaciones; es así la
manera cómo podemos incluirlos.
Es común que
para atender estas necesidades estas poblaciones no puedan acceder a una
facilidad financiera o que los vincule a una entidad crediticia (por ejemplo:
una cuenta de ahorros o una tarjeta de crédito). Ante la ausencia de colateral
e historial crediticio o la
imposibilidad de demostrar ingresos constantes, muchos de ellos se ven
excluidos del sistema financiero y sin recursos para atender las necesidades
más básicas como la compra de un refrigerador.
En Colombia,
por ejemplo, apenas el 28,9% de la población adulta cuenta con un crédito de consumo
vigente, 32,9% con una tarjeta de crédito y 12,4% con un microcrédito. Además,
las tasas de interés de los créditos para electrodomésticos en las casas
comerciales otorgados a los clientes de bajos ingresos pueden fluctuar entre 60%
y 90% por año. No sorprende, entonces, que poco menos de tres de cada cinco
hogares colombianos tengan lavadora, frente a más de cuatro hogares en Estados
Unidos. En el mercado peruano estas cifras de la reducida penetración
financiera son muy similares. En Perú, según datos de la SBS al año 2015, estos
indicadores de la población adulta son del 31% con un crédito de consumo
vigente, del 20.3% con una tarjeta de crédito y del 32.7% con un microcrédito.
Diversos
estudios han encontrado que adquirir electrodomésticos es importante para el
desarrollo: disminuyen la carga de actividades en el hogar para las mujeres,
incentivan la participación laboral femenina y aumentan los ingresos de los
hogares, y sinceramente para ellos esto mejora su bienestar.
Es más, los
establecimientos comerciales, más interesados por vender que por incluir a
estas poblaciones, entregan tarjetas de crédito cerradas o préstamos de consumo
individual con tasas de interés elevadas, como ya se indicó. Es común en
nuestros mercados ver cómo estas poblaciones adquieren en los centros
comerciales diversos productos básicos disponiendo de estas facilidades
crediticias de carácter informal.
Hasta aquí
podemos destacar dos resultados importantes:
El historial
crediticio de estas compras en centros o tiendas comerciales es super valioso
para conocer el comportamiento de pagos;
La
sustitución de estas facilidades crediticias comerciales por las del sistema
financiero formal es un reto valioso para la inclusión financiera ya que
permite conocer nuevos mercados y clientes.
El impacto
en la inclusión financiera se expande al comprobar que en la gran mayoría de
las ciudades del interior del país los centros comerciales se están localizando
con mucho dinamismo, y con toda seguridad otorgan las mismas facilidades
crediticias antes comentadas en las poblaciones más vulnerables. Entonces, la
información que se deriva de estas transacciones se constituye en una variable
de valioso uso para aplicar herramientas crediticias formales e innovadoras.
Un fenómeno
similar se puede derivar de los pagos por servicios públicos. No es novedad
constatar que estos pagos constituyen un buen flujo de información del
comportamiento del cliente, que en algunas ciudades ya está siendo aprovechado
por las empresas proveedoras de los servicios para otorgar sus propias
facilidades crediticias, y que muy bien podrían también ser parte de las
estrategias crediticias innovadoras para desarrollar nuevos negocios de las
entidades financieras.
En resumidas
cuentas, la más amplia información no
solo permite conocer las reales necesidades de las poblaciones vulnerables para
mejorar su bienestar sino, más importante aún, permite explotar nuevos y
potenciales buenos mercados y clientes para el sistema financiero.
Ya con esto,
el uso adecuado de la información histórica de los pagos (comerciales y/o de
servicios públicos, entre otros) de estas poblaciones lejanas al sistema financiero
contribuye a establecer un buen sistema de calificaciones crediticias.
Si bien el
uso del historial crediticio ya constituye una herramienta poderosa para estas
calificaciones (sustituyendo la necesidad de un colateral) también se utiliza para
diseñar un modelo de calificación propio (scoring), obviando así la necesidad
de exigir colateral, historial crediticio o verificar ingresos.
El acceso de
las poblaciones vulnerables a estas facilidades crediticias que se espera
lograr deberá medirse con por lo menos tres objetivos o metas:
Ampliar el
acceso de los no bancarizados y reducir los costos financieros de los créditos
comerciales;
Contribuir a
la mejora del bienestar socio económico, que se puede ampliar además de los
electrodomésticos si se incluyen facilidades para refacciones en las viviendas;
Reducir los
consumos elevados de los servicios públicos por reemplazos financiados de los
cambios en las instalaciones domésticas obsoletas.
Aparte de
verificar que se ha logrado la inclusión financiera de nuevas poblaciones de
bajos ingresos es importante comprobar que se han entregado los productos
requeridos por ellos. Además del mayor número de las tarjetas de créditos y de
los préstamos de consumo formales, el impacto más importante habrá sido
rescatar a estas poblaciones de los créditos informales, muy costosos y de los
agiotistas.
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