jueves, 8 de noviembre de 2018

INCLUSION FINANCIERA FORMAL-MODALIDADES INNOVADORAS

Jorge Olcese Fernández / LIMA
Economista

De cómo es posible capturar mercados y clientes potencialmente bancables sin competir por ni sobreendeudar a los mismos. Además, muchas veces se discute por qué se debe entregar la información de pagos que realizan estas personas y se argumenta que no debe ser compartida.
Por ejemplo: ¿cómo podemos promover de manera sostenible la inclusión financiera en los grupos más pobres y vulnerables de la sociedad?
Por lo general, tanto en los textos como en la práctica, la respuesta es: otorgarles los llamados “microcréditos”, pensando que la mejor manera de satisfacer las necesidades de esta población pobre es iniciando un negocio, un comercio o un servicio de pequeño tamaño. Con la esperanza que así podrán satisfacer sus necesidades de bienestar.
No obstante, no sabemos si estos microcréditos en realidad mejoran el bienestar de esta población o tienen efectos positivos en otros factores socioeconómicos. Muy a menudo en los años más recientes se ha pensado que el bienestar de estas poblaciones vulnerables está atado a los pequeños negocios. Esta es a nuestro juicio la esencia de las microfinanzas, que muchas veces exige desarrollar un esfuerzo de acercamiento a estas poblaciones vulnerables previo al otorgamiento del crédito, y que normalmente se malinterpreta.
Cuando en la vida real de estos ciudadanos las necesidades básicas casi ni están satisfechas; por tanto, es más urgente para ellos que se conozca y se trate de satisfacer los requerimientos de la vida diaria de estas poblaciones; es así la manera cómo podemos incluirlos.
Es común que para atender estas necesidades estas poblaciones no puedan acceder a una facilidad financiera o que los vincule a una entidad crediticia (por ejemplo: una cuenta de ahorros o una tarjeta de crédito). Ante la ausencia de colateral e historial crediticio o la imposibilidad de demostrar ingresos constantes, muchos de ellos se ven excluidos del sistema financiero y sin recursos para atender las necesidades más básicas como la compra de un refrigerador.
En Colombia, por ejemplo, apenas el 28,9% de la población adulta cuenta con un crédito de consumo vigente, 32,9% con una tarjeta de crédito y 12,4% con un microcrédito. Además, las tasas de interés de los créditos para electrodomésticos en las casas comerciales otorgados a los clientes de bajos ingresos pueden fluctuar entre 60% y 90% por año. No sorprende, entonces, que poco menos de tres de cada cinco hogares colombianos tengan lavadora, frente a más de cuatro hogares en Estados Unidos. En el mercado peruano estas cifras de la reducida penetración financiera son muy similares. En Perú, según datos de la SBS al año 2015, estos indicadores de la población adulta son del 31% con un crédito de consumo vigente, del 20.3% con una tarjeta de crédito y del 32.7% con un microcrédito.
Diversos estudios han encontrado que adquirir electrodomésticos es importante para el desarrollo: disminuyen la carga de actividades en el hogar para las mujeres, incentivan la participación laboral femenina y aumentan los ingresos de los hogares, y sinceramente para ellos esto mejora su bienestar.
Es más, los establecimientos comerciales, más interesados por vender que por incluir a estas poblaciones, entregan tarjetas de crédito cerradas o préstamos de consumo individual con tasas de interés elevadas, como ya se indicó. Es común en nuestros mercados ver cómo estas poblaciones adquieren en los centros comerciales diversos productos básicos disponiendo de estas facilidades crediticias de carácter informal.
Hasta aquí podemos destacar dos resultados importantes:
El historial crediticio de estas compras en centros o tiendas comerciales es super valioso para conocer el comportamiento de pagos;
La sustitución de estas facilidades crediticias comerciales por las del sistema financiero formal es un reto valioso para la inclusión financiera ya que permite conocer nuevos mercados y clientes.
El impacto en la inclusión financiera se expande al comprobar que en la gran mayoría de las ciudades del interior del país los centros comerciales se están localizando con mucho dinamismo, y con toda seguridad otorgan las mismas facilidades crediticias antes comentadas en las poblaciones más vulnerables. Entonces, la información que se deriva de estas transacciones se constituye en una variable de valioso uso para aplicar herramientas crediticias formales e innovadoras.
Un fenómeno similar se puede derivar de los pagos por servicios públicos. No es novedad constatar que estos pagos constituyen un buen flujo de información del comportamiento del cliente, que en algunas ciudades ya está siendo aprovechado por las empresas proveedoras de los servicios para otorgar sus propias facilidades crediticias, y que muy bien podrían también ser parte de las estrategias crediticias innovadoras para desarrollar nuevos negocios de las entidades financieras. 
En resumidas cuentas, la  más amplia información no solo permite conocer las reales necesidades de las poblaciones vulnerables para mejorar su bienestar sino, más importante aún, permite explotar nuevos y potenciales buenos mercados y clientes para el sistema financiero.
Ya con esto, el uso adecuado de la información histórica de los pagos (comerciales y/o de servicios públicos, entre otros) de estas poblaciones lejanas al sistema financiero contribuye a establecer un buen sistema de calificaciones crediticias.
Si bien el uso del historial crediticio ya constituye una herramienta poderosa para estas calificaciones (sustituyendo la necesidad de un colateral) también se utiliza para diseñar un modelo de calificación propio (scoring), obviando así la necesidad de exigir colateral, historial crediticio o verificar ingresos.
El acceso de las poblaciones vulnerables a estas facilidades crediticias que se espera lograr deberá medirse con por lo menos tres objetivos o metas:
Ampliar el acceso de los no bancarizados y reducir los costos financieros de los créditos comerciales;
Contribuir a la mejora del bienestar socio económico, que se puede ampliar además de los electrodomésticos si se incluyen facilidades para refacciones en las viviendas;
Reducir los consumos elevados de los servicios públicos por reemplazos financiados de los cambios en las instalaciones domésticas obsoletas.
Aparte de verificar que se ha logrado la inclusión financiera de nuevas poblaciones de bajos ingresos es importante comprobar que se han entregado los productos requeridos por ellos. Además del mayor número de las tarjetas de créditos y de los préstamos de consumo formales, el impacto más importante habrá sido rescatar a estas poblaciones de los créditos informales, muy costosos y de los agiotistas.

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